Viernes, pasaje comprado y maleta…maleta
medio hecha, sólo falta que Tita se levante. Teresa como todos los viernes salió
desde temprano al mercado y a otras diligencias, y Carlos uno de sus hijos que
pasaba por su casa se quedo allí a esperar a Teresa mientras reparaba el carro.
La tolerancia de Carlos hacia la pereza de Tita no era mucha, así que cuando se
hicieron las 10:30 am decidió ir a despertarla.
Iba indignado, planeando gritarle para
que se levantara a ayudar en la casa, sus pasos rápidos golpeando fuerte el
piso, abre la puerta con fuerza y accidentalmente golpea algo con ella, pierde
la rapidez con la que venía y se queda congelado. Tita esta en el piso, dando
vueltas, con los músculos tensionados, las venas marcadas de un color oscuro
por todo el cuerpo, murmurando palabras irreconocibles en lenguas muertas, ojos
en blanco y de alguna manera indescriptible parece otra persona.
Ella cambia sus ojos, ahora tienes las
pupilas dilatadas.
Él trata de sostenerla.
Ella se libera.
Él trata de rezar.
El miedo no lo deja.
Ella se levanta y trata de correr hacia
la puerta.
El la cierra a tiempo aunque se cae en
el intento.
Ella se enfurece y levanta la voz, o
voces, ahora son dos las que salen de ella, una pide ayuda, la otra solo se
sabe que esta molesta.
El no sabe que hacer pero esta en su
camino.
Ella lo ataca.
El responde empujándola hacia la cama,
le cuesta pero logra derribarla y aprovecha la caída para escapar del cuarto.
Ella golpea la puerta.
El solo la sostiene, mientras llora dándole
gracias a Dios porque la ventana tiene rejas y trata de recordar una oración.
Diez minutos después… solo silencio.
La mano temblorosa de Carlos abre la
puerta mientras la otra le seca las lágrimas, consigue a la mima Tita que
acababa de ver sentada en el borde de la cama con mirada perdida hacia la
ventana. Ella voltea lentamente y mientras lo mira con una voz sumamente grave,
que pareciera hacer eco o retumbar las barreras del sonido mientras habla pero
con una gran tranquilidad como si disfrutara cada palabra, dice:
—
YA
NO ERES TAN HOMBRE VERDAD CARLITOS, TE ENCANTA SERLE INFIEL A TU ESPOSA, TE
CREES MAS HOMBRE POR TENER MUCHAS MUJERES, TE BURLAS DE TU MUJER AUNQUE A PESAR
DE TODO SIGUE CONTIGO. PERO POR MAS HOMBRE QUE TE CREAS, ACOSTARTE CON TANTAS
MALNACIDAS NO TE SIRVIO DE NADA CUANDO ME VISTE.
—
Ti..tita.
—
ILUSO,
NO, NO PUEDE ESCUCHARTE.
—
Pee..pe..pero
qué… quién
—
¿Tío
Carlos? ¿Cuándo llegaste?
En cuestión de minutos ya toda la
familia sabía lo que estaba pasando, y cada quien hacia algo. Gladis que estaba
en el pueblo llego a casa de Teresa con un numeroso grupo de mujeres, la misma
Teresa corrió a casa, mi hermana que estaba en la ciudad mas cercana al pueblo conducía
hacia allá, mi madre no podía hacer mas que preocuparse, por mi parte hablaba
con Elisa, una amiga con un poco mas de confianza con el párroco de la iglesia,
para que me acompañara a hablar con y pensar una manera de traer a Tita a esta
Ciudad con sacerdote que no fuera un borracho pervertido como el del pueblo de
Teresa. La cita de Tita con la bruja tardaría un poco más de lo esperado, y por
difícil que fuera, tocaba trabajar a distancia. Ester acudió a ella.
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