Cuando
pienso en esta historia me doy cuenta de que hay dos maneras de contarla; cronológicamente,
paso a paso como ocurrió todo; o sin un orden preciso, bueno mejor dicho, el
orden en el que yo me entere de los acontecimientos. Es difícil escoger cual
usar, pues llega un punto en que esta historia tiene dos posibles versiones, pero
en vista de que estas dos posibilidades no afectaran al resultado final tratare
de apegarme lo mas posible al orden cronológico.
Era
la cuarta, no, la quinta, no, bueno no lo se, ella y su hermano nacieron casi
al mismo tiempo, los morochos eran los últimos de los cinco hijos de diferentes
padres que había tenido su mama. Él, Pedro como su padre, ella por un error en el
registro termino llamándose Sale, pero por razón que desconozco siempre le
hemos dicho Tita. Su mamá, Ester, en vista de la inestabilidad que traía
semejante camada, más aún después la muerte del padred de los morochos, debía salir a trabajar todo el día, del mismo modo que los
hijos mayores. Pero los morochos por ser los menores se quedaban, desde que tenían
6 años con su tía por parte de papá, la señora Mada.
Ester hubiese preferido no dejar a los
morochos con Mada, pero no tenía opción, eran muy pequeños como para quedarse
solos, y no podía llevárselos al trabajo. El problema con Mada era, cómo
decirlo, sus practicas ocultistas, hacía brujería y tenia otras costumbres del
mismo tipo, ¿Su complemento perfecto? Aron, un novio palero. Ambos “cuidaban” a
los niños, incluso tenían un sistema, ella hacia las arepas, el las rellenaba,
ella las servía, y un sinfín de cosas que del mismo modo se ponían de acuerdo
para hacerlo mas rápido.
Obviamente
los niños crecieron, alcanzaron los 15, pero se encariñaron con su tía, les
gustaba pasar el tiempo libre en casa de su tía, aún mas por el hecho de que
sus amigos vivían cerca. A pesar de que
casi siempre se llevaran bien, hubo pequeños acontecimientos que lo cambiaron
todo. Mada había salido y los morochos jugando derribaron uno de los tantos
altares que Aron tenia en casa, y este enfurecido tomo un frasco de la repisa y
saco de él un polvo que soplo en la cara de Pedro, dejándolo ciego
inmediatamente.
Pedro
solo escuchaba gritos, pero no sabía a donde ir, se sostuvo de la pared y se
coloco en posición fetal lleno de miedo mientras seguía escuchando.
—
¡NOOOOOOOO! ¡DEJAMEEEEEEE!
—
¡SI NO ERES MÍA NO SERAS DE NADIEEEE!
—
¡¡TÍA MADAAAAA! ¡AYUDAAAAAA!!
—
¡¡CALLAAAAATEEEE!!... igual no va a
escucharte
—
¡PEDROOO! ¡¿Pedritooo?! ¿hermano?
Pedro
se quedo dormido, al despertar podía ver, Tita tenía lagrimas en sus ojos, pero
nunca hablaron del tema. Esta es solo una de las cosas que los niños vivieron allí,
pero adelantemos la historia hasta el punto en el que difiere en algunos
aspectos.
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