¿Has escuchado alguna vez que los
animales son hipersensibles a estas cosas? Pues parecía ser cierto, mi perro,
normalmente muy alegre, parecía sentirse mal, no ladraba, no comía, se mantuvo
lo mas lejos de nosotros, solo tirado en el piso, con una mirada de enfermo, de
moribundo; él no era el único, el pequeño perico australiano en un principio
volaba descontrolado, pero horas después solo se quedó parado en la parte
inferior de la jaula sin beber ni comer en todo el día.
Hora de irse, la subimos al carro como
pudimos, Julie y Elena con ella en el puesto de atrás, Natalia, hermana de Tita
en el puesto de adelante y yo en el del conductor. Darte cuenta de que vas a
manejar con una poseída en el asiento trasero no tiene precio, pero la
adrenalina corre y no te da tiempo de tener miedo. Antes de partir escuche
decir a uno de mis tíos que el no iría, no podía, no serviría de nada porque el
“no cree en el diablo”, en momentos así te das cuenta de la verdad en la
trillada frase de “la mejor jugada del diablo fue hacerle creer a todos que no
existía”, simplemente estas mas vulnerable.
De camino a la casa parroquial íbamos rezando,
mientras Tita, ella, ella nos acompañaba, rezaba como loca, gritaba, lo hacía
mas rápido que nosotros, se reía, se burlaba de nosotros, de vez en cuando
volvía a decir lo que gritaba en casa, estaba simplemente histérica.
—
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu
reino— decíamos al unísono.
—
Padrenuestroquestasenelcielosantificadoseatunombrevenganosotrostureino—
decía ella al mismo tiempo, a lo largo de toda la oración. Hacía que nos perdiéramos.
Julie le gritó.
—
¡Coño
cállate que haces que me pierda coño de tu madre!— admitámoslo a todos nos dio
risa, pero a Tita mas.
—
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
¡Mas rápido!¡Mas rápido!
—
¡Ya!
¡Se acabó el chiste!— le dijo Elena.
—
¡Recen
más rápido! Les demostrare que tengo mas poder que ustedes. ¡Háganlo mas
rápido! —Elena trato de callarla cubriéndole la boca y gritándole mientras
nosotros seguíamos rezando, era inútil.
Después de muchos padre nuestro hubo un momento
de silencio en el auto y Tita comenzó a llorar mientras decía:
—
Yo
era una niña, solo era una niña pobre, ni siquiera tenía una Biblia, pero en
dos días los hice creer, solo en dos días los hice creer.
Después de eso el desastre volvió al
carro, gritos y rezos, llantos y oraciones, hasta que ella solo decía “mejor me
cayo”… pero nunca lo hizo. Llegamos a la casa parroquial y ella aun lo repetía.
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